domingo, 8 de febrero de 2009

Déjate llevar

Ya habíamos tenido un primer encuentro, había resultado una noche muy excitante y morbosa. Supongo, que aunque ninguno de los dos mencionase una segunda cita al despedirnos, estaba claro que no tardaría en llegar.

Unos días después recibí una llamada suya. Me sorprendió su proposición, porque aunque los dos supiésemos que volveríamos a vernos, desde luego nunca pensé que me propusiera pasar juntos tres días en un pueblecito perdido de Extremadura.

La verdad es que la idea me resultaba de lo más apetecible, tenía unos días libres durante las navidades y no tenía previsto hacer nada especial, sólo descansar en casa y las típicas visitas familiares de estas fechas.

Un pequeño cambio de planes para pasar unos días en buena compañía, con risas y sexo asegurado era muy tentador, pero por otro lado irme con una persona que había visto una vez en mi vida me parecía algo arriesgado.

Al final con un poco de insistencia por su parte y guiada por mi intuición me dejé llevar y acabé subida en su coche con una maleta cargada de lencería sexy, champagne, esposas, consolador, vibrador y algún juguete más.

El trayecto, a pesar de durar más de dos horas, se me hizo muy corto, íbamos charlando sobre nuestras vidas, nuestras experiencias, nuestras fantasías y yo me sentía cada vez más contenta de estar allí, en ese momento y con esa persona.

Llegamos a nuestro destino. Era una casita preciosa a las afueras de un pueblecito, a un lado teníamos una finca con caballos y al otro alguna vaca que otra, ambas estaban bastante alejadas por lo que la intimidad estaba asegurada.

Ese fin de semana nos acompañaba Arco, un perrito al que debíamos cuidar en ausencia de sus amos.

Al entrar lo primero que hicimos fue encender la chimenea y mover el sofá para centrarlo y poder disfrutar viendo como las llamas consumían la leña.

Había llevado una lamparita roja, la colocamos cerca del sofá y bajamos las persianas para dejar la estancia iluminada únicamente con la tenue luz que desprendía.

Aprovechando que aún no había anochecido, salimos a dar un paseo por la finca buscando rincones que pudiésemos utilizar para una sesión de fotos que haríamos por la mañana.

Estábamos rodeados de árboles, las tonalidades marrones de las hojas caídas hacían un bonito contraste con el intenso verde del musgo y pese al frío que hacía sabíamos que podíamos sacar unas fotos espectaculares.

Poco después entrábamos en la casa muertos de frío. No tardamos en deshacer las maletas y acomodarnos enfrente de la chimenea tapados con una manta.

Íbamos entrando en calor y a la vez nos desprendíamos de la ropa poco a poco. Nos excitábamos con cada prenda que caía al suelo y nuestras manos buscaban la piel que íbamos desnudando.

Ya habíamos acumulado el deseo necesario durante todo el día y no esperamos más.

Él se metió debajo de la manta y llego a mi sexo, su lengua me recorría saboreando mi humedad. Yo agarraba su cabeza mientras mi cuerpo se arqueaba y el orgasmo llegó rápidamente. Me subí encima de él y me metí su polla ansiosamente, me movía desesperadamente. Estaba claro que era un polvo rápido para desquitarnos, pero no por ello fue menos morboso.

Charlamos un rato antes de quedarnos dormidos y al despertar preparamos la cena y continuamos contándonos nuestras vidas.

Volvimos al sofá. Era grande y muy cómodo, y la calidez que daba la luz roja y el calor de la chimenea nos invitaba a tumbarnos constantemente y no querer salir de la estancia.




Recordé que tenía un cometido ese fin de semana. Joaquín, un amigo con el que tenía encuentros sexuales a menudo me hizo una petición:


- Me gustaría que me llamases cuando estéis follando, me pone cachondo oír como te follan y quiero escuchar como te corres con otro.


Me pareció buena idea, a mí también me pondría muy caliente saber que él me escuchaba mientras disfrutaba con otro.


- Sobre las once está bien, antes no puedo, estaré liado.

Así quedamos y así se lo hice saber a mi acompañante, que estuvo de acuerdo en acceder a los deseos de Joaquín.

Creo que contarle esto nos encendió de nuevo, de todos modos cualquier excusa era buena para empezar a jugar.

Empezamos a besarnos, a tocarnos. Busqué su polla, la tenía dura y
lamí su erección recreándome en cada movimiento, notando como palpitaba y saboreándole centímetro a centímetro.


- Me gusta tu polla, es casi perfecta.
- Ah sí? Dijo sin querer indagar más.
- Sí, me gusta comérmela.


Él simplemente sonrió y se dejo hacer.

Saboreaba su erección como si tuviese una piruleta en la boca, chupaba con ganas y le miraba a los ojos para que viese lo salida que me tenía. Notaba como eso le excitaba y a su vez, eso me excitaba a mí.

Despertaba gemidos cada vez más continuos en él y después de un buen rato haciéndole disfrutar con mi boca, me subí encima y me penetré.

Empecé a moverme totalmente excitada, notaba mi humedad en los muslos, empapaba su polla y sólo deseaba hacer explotar mi placer…o el suyo.

Él se levantó e hizo que me tumbase. Entró bruscamente en mí y empezó a moverse de la misma manera.

Yo quería seguir encima de él e intente resistirme, pero me agarro fuertemente las muñecas para impedir que me moviese.


- Déjame! Me quejé para intentar que se retirara.
- No!
- Por favor…quiero follarte yo.
- No, quiero hacerlo yo!
- Me haces daño…suéltame!
- Si te esta gustado. Estas empapada!
- Noooo, no quiero…no quiero que me folles.
- No!
- Quítate, no quiero que me folles.
- Si quieres zorra, sé que te gusta, estás chorreando!!
- Nooo, no me gusta.
- Cállate puta!!



Se lo pedí de una manera lastimera, suplicándole que me dejara, diciéndole que me hacía daño.
Pero no cedía a mis peticiones, por lo que utilicé otra táctica.


- Te he dicho que me dejes!!
- No zorra, no te voy a dejar!!
- Que no me gusta, cerdo!!
- Que no? Si eres una puta, claro que te gusta!
- Cuando me sueltes te voy a partir la cara, cabrón!
- Sí, lo que quieras, pero ahora quiero tu coño!!
- Pues tendrás mi coño ahora, pero te vas a arrepentir. No sabes con quién te la estás jugando.
- Que te calles, puta!!
- Voy a gritar!!
- Me da igual, nadie te puede oír, grita lo que quieras zorra.


Mis palabras no le hacían reaccionar, simplemente mi resistencia le ponía más cachondo. Yo me estaba empezando a cabrear, intentaba revolverme para soltarme. No paraba de decirle que me dejase mientras me retorcía queriendo impedir que siguiera. Lo único que conseguía era que me sujetase con más fuerza y que sus embestidas fuesen más salvajes.

Me sentía utilizada, una puta a su disposición, en medio del campo y a trescientos kilómetros de mi casa.
Tenía tres días para hacer lo que quisiera conmigo y por lo que veía no iba a desaprovechar la oportunidad de hacerlo y de obligarme si hacía falta.

Ya no sabía qué hacer, ni suplicándole ni intentando amenazarle conseguí nada. Así que decidí dejar que me follara a su antojo y que terminase cuando quisiera.

Ya no me resistía y cuando él se dio cuenta soltó una de las manos que me agarraban y la llevó hasta mi coño. Empezó a tocarme, sus dedos se abrían paso hasta que uno de ellos llego a mi clítoris y no pude evitar soltar un gemido al sentir el placer que me recorría.

- Ves? Te gusta, verdad zorrita?


Era evidente que ese gemido me habia delatado, pero yo seguía negándolo.


- No, no me gusta, me follas fatal, cabrón.
- Sí? Pues esos gemidos no me dicen lo mismo.


Intentaba seguir convenciéndole inútilmente, mis gemidos eran tan continuos que no podía terminar una frase sin que se notase que deseaba más.


- De verdad que no te gusta? Quieres que pare ahora?
- Noooo, no pares! Fóllame!!
- Ya sabía yo que una putita como tú no podía resistirse mucho tiempo.
- Sigue, asííí, sííí, me gusta. Dame más polla, por favor!


Ahora le suplicaba más, le pedía su polla dentro de mí, más fuerte.


- Eres muy puta verdad? Te gusta que te metan cualquier polla, a que sí?
- Sí, soy muy puta, y qué?
- Nada, me gustan las putitas como tú. Me gusta follármelas y que acaben pidiendo más.
- Quiero mááss, mááásss
- Toma más, puta! Eres una puta, putaaa, putaaaa, PUUTAAAA…


No dejo de llamarme puta hasta que la última gota de leche salió de su polla.
En pocos segundos tenía su cabeza entre mis piernas, su lengua en mi coño y sus dedos se hacían hueco hasta conseguir penetrarme.
Sabía que no iba a tardar en correrme, el juego me había puesto a cien. Sin planearlo, simplemente dejándonos llevar habíamos sacado lo peor de nosotros.

El éxtasis se apoderó de mí y un latigazo cargado de placer me recorrió, haciendo que mi cadera se levantase golpeando su cara. Él no paró, volvió a meter su lengua en mi coño y mi cuerpo se retorció una y otra vez. En ningún momento fui consciente de haber tirado los cojines ni de haber arrancado la funda del sofá, gritaba como una loca y me convulsionaba con cada descarga que su lengua provocaba.

Él consiguió llevarme fácilmente a ese estado. Mi cabeza se bloqueó, perdí el control y el placer se adueño de mis actos. Era evidente que sabía cómo tratar a una mujer, cómo manejar la situación a su antojo sin traspasar los límites y cómo dar por terminado el juego colocándose a mi lado, abrazándome y cuidándome mientras yo aún temblaba e intentaba recuperar la respiración y casi el sentido.

Cuando conseguí incorporarme no podía creer que yo sola hubiese hecho ese destrozo. Nos levantamos para ordenar, colocar el sofá y recoger la ropa que andaba desperdigada.

No duró mucho tiempo así, poco después abríamos una botella de cava, brindábamos por nuestro reencuentro y desatábamos nuestro deseo al calor de la chimenea.


- Tenemos que llamar a Joaquín!
- Bueno, sí…mañana! Ahora…déjate llevar!


Durante tres días charlamos, follamos, hicimos una fantástica sesión de fotos, follamos, comimos, charlamos, dormimos, follamos…definitivamente……nos dejamos llevar.