viernes, 31 de octubre de 2008

Amantes



Eran las once de la mañana, mi móvil sonó avisándome de que tenía un sms: “¿Te vienes a comer?”

No dudé ni un segundo y contesté con un escueto “OK, a las 14’00”.
Comer era sólo la excusa para maquillar una cita meramente sexual, los dos lo sabíamos y los dos lo queríamos así, pero nos resulta más divertido no mostrar un deseo desbordado.

Poco más tarde de la una, subía a mi coche dirigiéndome a su casa en las afueras de Madrid. Vestía unos vaqueros y camiseta, cosa que no acostumbro a llevar para acudir a una cita de este tipo.

A la hora acordada hacía una llamada:

- ¿Me abres? Nunca recuerdo que letra es.

Cuando subo la puerta está entornada, abro y le encuentro al otro extremo del pasillo, lleva un albornoz e imagino que es lo único que le cubre

- Acabo de salir de la ducha.- Me comenta mientras se dirige hacia mí.

Entro a la cocina y dejo mis cosas encima de la mesa, al salir él ya está en la puerta, me rodea con sus brazos y comienza a besarme.
Yo le correspondo y nos fundimos en unos apasionados besos de bienvenida.

Se dirige a la habitación y le sigo. Mientras entro, me voy desabrochando el pantalón y me contoneo provocativa. Él me mira a través del espejo, me siento en la cama y continúo quitándome la ropa.

Totalmente desnuda me tumbo y le lanzo una mirada invitándole a seguirme. Él se quita rápidamente el albornoz y se tumba encima de mí, pega su cuerpo al mío y me besa.
Hacía mucho tiempo que no estábamos así, piel con piel, sin prisas, sintiéndonos, deseándonos…

- Cuánto tiempo sin tenerte así! Mmm... que a gusto estoy. Me dice mientras su mano recorre mi cuerpo.

Nos deleitamos en caricias y besos, pero nuestro deseo crecía cada vez más y yo me impacientaba por tener mi orgasmo.

Él se deslizó por mi cuerpo, me cogió las rodillas y abrió mis piernas hundiendo su cara entre mis muslos.


Su lengua empezó a jugar en mi coño, lo abría y me recorría dándome un placer que no podía contener. Mis gemidos asomaron tímidamente al principio y fueron creciendo al tiempo que mi placer aumentaba. Sus dedos me acariciaban suavemente y jugueteaban en mi culito hasta que uno de ellos decidió explorarme más a fondo. Me gustaba, me retorcía y movía las caderas acompasando sus movimientos.

Su lengua y sus dedos aumentaban la velocidad, y yo hacía lo mismo con mis gemidos. Mi cuerpo empezó a retorcerse, mis caderas se levantaban, mis uñas se clavaban en su brazo intentando soportar la descarga que me recorría, ya no gemía, gritaba.

El brutal orgasmo me dejó exhausta, sin poder moverme, con las piernas abiertas y jadeando tras los interminables minutos de placer desproporcionado.

Él levantó la cabeza, se supone que en ese momento el tendría que haberme penetrado, mi coño aún palpitaba y le gustaba hacerlo así. Nada más lejos, volvió a pasar la lengua por mi coñito, despacio, muy despacio, paraba y volvía a lamer mi excitación.

Casi sin fuerzas me retorcía otra vez, mis gemidos volvían y un nuevo orgasmo se apropió de mí. Intentaba apartar su cabeza de mis piernas, pero mi cuerpo no respondía y mis manos no tenían fuerza suficiente, no podía más.

Él estaba jugando con mi placer, paraba y cuando alzaba la mirada y me veía totalmente extenuada volvía a lamerme, despacio, una y otra vez, las réplicas del orgasmo llegaban cada vez que me recorría y cuando se cansó de utilizarme a su antojo se retiró, se quedó sentado en la cama mirando como yo me giraba colocándome de lado y encogiéndome como una niña indefensa.

En ese momento se puso detrás de mí y me penetró sin ningún cuidado, se movía rápido embistiéndome con fuerza y lo hizo hasta que yo me recompuse y empecé a moverme clavándome su polla con más fuerza.

- Sabes?? Deberías ofrecerme al novio de Laura, deberías dejar que él me folle como has hecho tú con ella.
- Quieres eso zorra?
- Sí!! Tienes que compensarle por lo que hiciste, quiero que me folle como él quiera y que cuando tenga su polla dentro de mí te llame como tú hiciste ese día.
- Eres una zorra!!! Le voy a llamar para que disfrute de ti, para que te folle por ser tan puta!!!



Siguió llamándome zorra una y otra vez, su excitación crecía cada vez que le provocaba diciéndole que me metería la polla de Álvaro en mi boca hasta que se corriese dentro, que me subiría encima de él y me movería hasta volverle loco, que me dejaría hacer de todo…

Su espalda se arqueó a la vez que su leche llenaba mi coño, notaba su calor dentro de mí y sus embestidas bajaron el ritmo mientras él saboreaba su orgasmo.

Se tumbó junto a mí, yo acariciaba su espalda mientras se recuperaba y poco después estábamos abrazados y besándonos.

- ¿Descansamos un rato? ¿Pongo el despertador? - Me dice él.
- Yo prefiero comer, calentamos la comida y después nos echamos la siesta si quieres, ¿vale?

Me levanté y me dirigí a la cocina.
En media hora nos metíamos en la cama otra vez, en esta ocasión la idea era descansar, pero empezamos a hablar.

- Parecemos amantes.
- ¿Sí?? ¿Por qué?
- Quedamos para follar a medio día, casi de manera furtiva....
- ¡Es verdad! No lo había pensado.

Seguíamos hablando, riéndonos por no haber podido aguantar las ganas de follarnos antes de comer.

Cada palabra suya iba acompañada de una caricia, pasaba su mano por mi brazo, después recorría mi pierna y poco a poco sus dedos se deslizaban por mi coño. Allí se detuvo, me tocaba despacio mientras la conversación continuaba, me abría el coño y mojaba sus dedos en mi excitación. Los dos seguíamos hablando, aunque yo no podía evitar soltar algún gemido, cada vez más continuos hasta que el placer se hizo tan intenso que sólo pude pronunciar una palabra:

- ¡Cómemelo!!!

No lo dudó, acercó su boca a mi coño y lo devoró con ganas hasta que mi placer estalló de nuevo.
Me penetró. Esta vez se movía despacio, lentamente mientras yo me corría al ritmo de sus movimientos.

- No lo hagas así, me dejas sin respiración...

Nuestra piel se acariciaba, nuestros brazos envolvían nuestros cuerpos y nuestros labios se buscaban. Ya no teníamos que apagar nuestro deseo desesperadamente, ahora nos dedicábamos a querernos, a sentirnos y a saborear cada segundo como si fuera el último, poco después fue así. El despertador sonaba y el encuentro tenía que acabar.

Nos despedimos en la puerta.

- Bueno, me voy.
- Ya te llamaré otro día.

Se me escapó una sonrisa, y una mirada cómplice expresaba un…
Hasta luego.