Nos habíamos conocido hacía unos meses. Una amiga común nos presentó en una discoteca, puede que cruzásemos alguna palabra, puede que estuviésemos cerca durante la noche, pero no debió despertar ningún interés en mí ya que al día siguiente recordaba vagamente su persona.
Desde ese momento empezamos a coincidir a menudo, frecuentábamos los mismos sitios, conocíamos mucha gente en común y en alguna que otra ocasión compartimos algún café o alguna copa. Cada vez que me veía se acercaba a saludarme, era realmente encantador, simpático, educado, divertido, atento y un gran seductor, aunque a mí no me atraía físicamente.
En una ocasión nos reunimos por un asunto de trabajo y al acabar me invitó a tomar algo en su casa con el pretexto de enseñarme unos planos, sólo teníamos que cruzar la calle así que no me dio tiempo de poner excusa alguna cuando ya estaba cruzando la puerta de su casa.
Al principio estaba incomoda, no le conocía tanto como para meterme en su casa, además, ya tenía noticias de su creciente colección de amantes y ponía distancia para evitar situaciones desagradables.
Estuvimos un par de horas charlando tranquilamente, tomando una copa y sin que por su parte notase intención alguna de acosarme, ni una insinuación, ni un roce casual, ni una doble intención en sus palabras, lo que me hizo confiar y sentirme a gusto con él.
Pasó un tiempo, puede que un par de meses. Ese sábado había ido con unos amigos a la discoteca y allí estaba él. Se acercó a saludarme y acabamos los dos solos tomando una copa en la barra, el resto de la noche continuamos juntos, disfrutando de buena conversación y de nuestra mutua compañía.
Cerraban la sala y ninguno de los dos quería dar por terminada la noche, así que esta vez fui yo la que le ofrecía la última copa en mi casa. Fuimos en su coche, al llegar preparamos un par de copas, nos acomodamos en el sofá y continuamos hablando bastante tiempo, como si tuviéramos mucho que decirnos. Puede que él estuviera esperando a que yo me insinuara, puede que estuviera esperando el momento adecuado para abordarme, puede que estuviera indeciso…El caso es que yo estaba totalmente segura de que allí no iba a pasar nada.
- La última copa, vale? Está amaneciendo. Dije mientras iba a por hielo.
Él no respondió, simplemente cuando volví con los cubitos de hielo me cogió del brazo y me giró obligándome a sentarme en sus piernas.
- Qué haces? Le dije, acompañando mis palabras con una risa nerviosa.
Agarró mi cabeza y me besó, yo no me resistí, simplemente me deje hacer y le correspondí con la misma pasión con la que él me besaba.
Me incorporé para acomodarme, esta vez me senté encima con las piernas abiertas y el vestido se subió dejando mi culito accesible. Él me agarró por la cintura y volvió a besarme mientras iba subiendo el vestido y metiendo sus manos por debajo. Me empezó a sobar el culo y yo notaba como mis braguitas se mojaban, creo que ya estaba excitada en el momento que me sentó bruscamente en sus piernas, pero notar sus manos en mi culo me puso a cien.
Dejó de besarme para recogerme el pelo y echarlo hacia atrás. Después sujetó los tirantes de mi vestido, la tela se rasgó, arrancó los tirantes y me bajó el vestido hasta la cintura, empezó a tocarme y antes de que perdiera el control le aparté las manos, me coloqué el vestido, me levanté y me fui.
Me desnudé y me metí en la ducha, dos minutos después él abría la mampara y se metía debajo del agua. Nos enjabonamos mientras yo recorría su torso desnudo con mis manos, su espalda, su polla…él hacía lo mismo conmigo mientras, no dejábamos de besarnos.
Me puse de rodillas, su polla estaba dura y me apetecía metérmela en la boca. Empecé a lamer, levantaba la mirada para que viera mi carita viciosa, con mi lengua chupaba su rabo duro mientras el agua me caía por la cara, todo eso me estaba calentado tanto que no pude aguantar más.
- Quiero que me folles!!
Me levanté, pero él me agarró por la cintura, me apretó contra su cuerpo y me besó. Bajó su mano hasta mi coño y me metió los dedos. Solté un gemido y el empezó a meter y sacar los dedos de mi coño empapado, ya no paraba, estaba excitada, gemía como una zorra y quería correrme en su mano. Pero él sabía muy bien qué hacer con la zorrita a la que tenerla abierta de piernas le había llevado más tiempo del que acostumbraba.
Salió de la ducha, yo me quedé entre expectante y sorprendida esperándole. Volvió con un preservativo en una mano y sujetándose la polla con la otra, entonces salí y sin que me diese ninguna orden me volví a arrodillar y abrí la boca esperando su polla.
Empecé a chupar agarrando con una mano su rabo y metiéndomelo hasta el fondo. Él sujetaba mi cabeza marcando el ritmo que quería y lamí su polla, su capullo y sus huevos hasta que me levantó y colocando suavemente la mano en mi cintura me empujó hacia atrás hasta que di contra el mueble del lavabo e instintivamente me senté en él, abrí las piernas y él me penetró, se movió dentro de mí, me gustaba el tamaño de su polla, era la medida exacta para mí.
Empujaba fuerte y mi coñito chorreaba. Intentaba moverme para que entrase más, pero el lavabo no era el mejor sitio, teniendo en cuenta que además mi cuerpo estaba mojado y me escurrirá.
- Espera, vamos a la habitación.
Fuimos a la habitación más cercana, donde había dos camas pequeñas. Me tumbé en una de ellas y él se puso encima clavándome la polla al caer sobre mí.
- Me gusta tu polla, me gusta cómo me follas.
- Sí? Pues toma! Así te gusta?- Sí….me gusta...
- Quieres más polla?- Sí….dame más…
- Pero que vicio tienes!!!
Tenía razón, estaba viciosa, salida y quería más polla. Me giré y le hice tumbarse. Ahora quería follármelo yo, a mi manera, a mi ritmo, salvaje. Metí su polla sin delicadezas en mi coño, se deslizó con una facilidad sorprendente, incluso yo estaba alucinando de lo húmeda que me tenía. Notaba mis muslos mojados y la sensación de tenerlo dentro, recorriéndome y dándome tanto placer hacía que jadease como una perra.
Me movía sin parar, estaba agotada pero no quería detenerme, seguía moviéndome, sintiendo su rabo duro recorriendo mi coño, me gustaba follar con él, me gustaba su polla. Me levanté y me di la vuelta encima de él colocándome de espaldas. Seguí cabalgando sobre su polla, mientras él me agarra el culo y lo magreaba como si se lo fueran a quitar. Agarraba sus huevos con la mano, notaba como se habían mojado y restregaba esa humedad hasta mi clítoris. Me tenia cachonda como pocas veces lo he estado, hasta que me quedé sin fuerzas. No podía más.
Hacía calor, sudábamos los dos, así que me levanté para abrir la ventana, pasé a mojarme a la ducha y fui a por un vaso de agua.
Cuando volví estaba sentado en la cama. Le ofrecí el vaso de agua y me dijo:
- Sabes? Eres una loba.
Yo no respondí, simplemente me subí a la cama de al lado y me puse a cuatro patas, le miré invitándole a acercarse mientras balanceaba mi culito. No se lo pensó, se puso detrás y volví a sentir su polla dentro de mi coñito.
Empezó a moverse despacio como queriendo disfrutar cada movimiento, después empezó a acelerarse hasta que cada embestida suya me hacía daño. Esta vez me daba fuerte y le quise decir que tuviese cuidado, pero empezó a gustarme. Era una sensación de placer y dolor que nunca había sentido y me gustaba. Acabé moviéndome intentando clavármela más, lo hacíamos tan fuerte que a veces se salía la polla y yo dejaba de gemir para pedirle que me la metiera, que no dejase de follarme.
No fui consciente de cuando pasó. Supongo que tenerme tan salida, tan caliente y tan mojada hizo que ni me enterase de que me estaba follando el culo. Pero cuando me di cuenta sólo le dije:
- Ahhhhh siiiiiiiiiii, sigueeeeeee!!!!!
Sus embestidas eran brutales y yo disfrutaba sintiéndome tan puta como él me quería tener. Mis dedos chapoteaban en mi coño, me penetraba con ellos, me tocaba y sentía tanto placer en esa situación que mis gemidos subieron de tono, empecé a gritar y me desaté en un orgasmo entre sacudidas, jadeos, gritos y un placer que pocas veces había disfrutado.
Él no paró a pesar de que yo a duras pena me sostenía a cuatro patas, poco después sacó su polla, me dio la vuelta tumbándome en la cama, se quitó el condón, y volvió a follarme otra vez. No abrí la boca.
Llevábamos un par de horas follando, calientes, sudorosos, salvajes… y lejos de poner impedimentos, abrí mis piernas con mi coño expuesto para recibir su polla de nuevo y esta vez la sentí más caliente, más dura, tanto que necesitó apenas tres o cuatro metidas para sacarla y explotar en mi vientre, mi pecho y mi cara. Yo esparcí su semen por todo mi cuerpo, me encanta la sensación de sentirme regada de leche, me gusta restregarme todo después de una corrida.
Él se tumbó a mi lado intentando recuperarse y yo me levanté y volví a meterme en la ducha. Me enrollé una toalla y me tiré literalmente en el sofá.
Debieron pasar unos diez minutos antes de que él apareciera por la puerta. Se había vestido, se sentó a mi lado y me dijo:
- Me tengo que ir. He quedado para comer.
- Vale! Respondí a la vez que me levantaba del sofá dejando caer la toalla al suelo.
Él no se levantó, se quedó sentado mirándome, recorriendo mi cuerpo como si no lo hubiera visto antes. Me volvió a poner cachonda esa manera lasciva de mirarme, así que me senté encima de él con las piernas abiertas y sujete su cabeza obligándole a chuparme las tetas.
- Cómeme! Asiiiiii, Mmmmmm…
- Chupa… Sigueeee…
Otra vez la excitación se apodero de nuestros cuerpos, le quité la camiseta, le desabroché el cinturón, bajé la cremallera y saqué su polla que volvía a lucir una bonita erección.
- Me tengo que ir.
Si no aparezco a la hora de comer me matan y tengo que dormir un poco. Noté inseguridad y poca firmeza en sus palabras, por lo que decidí zanjar el asunto. Me levanté, cogí las llaves de casa y me dirigí a la puerta. Cerré y metí las llaves en un cajón.
Volví al salón y le encontré de pie junto al sofá, desnudo y con una mezcla de sorpresa y satisfacción por lo que adivinaba que acababa de hacer.
- Tú no te vas de aquí hasta que yo lo diga. Le dije mientras le di un empujón que le hizo caer en el sofá.
Le ordené que se tumbara y me subí encima de él. Pase la lengua por su polla, la metía en mi boca, la sacaba, chupaba, lamía y notaba como mi coñito volvía a chorrear. Abrí mis piernas y me clave su polla una vez más.
Me movía encima de él recorriendo toda su erección de arriba abajo, mojando su polla, poniéndola cada vez más dura y haciendo que mi coño estuviera cada vez más caliente. Con una pierna en el sofá y otra en el suelo controlaba mejor mis movimientos.
Me follaba su capullo despacio, con movimientos cortos, sólo la puntita para luego meterme toda su polla con fuerza un par de veces y volver a dedicarme a su capullo. Notaba que le estaba gustando como se lo hacía. Me movía haciendo círculos, y contraía mi vagina cuando subía, quería que me recorriera con su polla por dentro, me inclinaba sobre ella rozándome todo lo que podía. Probaba todas las posibilidades que mi postura me permitía, que eran muchas, y me follé su maravilloso rabo hasta que soltó un gemido haciéndome saber que había conseguido mi propósito.
Tenía mi regalo, un nuevo orgasmo que me encantó currarme porque lo estaba disfrutando tanto como él.
- Me vas a matar, chata! Dijo mientras se levantaba y se iba a la ducha.
Me quedé tumbada en el sofá. Empezaba a notar las horas que llevábamos follando, mi coño estaba enrojecido, dolorido y necesitaba parar un poco.
Había pasado un buen rato y ya no se oía caer el agua en la ducha, pero él tampoco había vuelto. Me levanté y fui en su busca. Estaba tumbado en el suelo, boca abajo, en otra de las habitaciones. Entré y me quedé unos segundos mirando su cuerpo.
- Mmmmm qué buen culo tiene… Pensé.
Él levantó levemente la cabeza, estaba derrotado, lo notaba en su cara y, sabiendo que todo estaba bien, le dejé descansar.
Cogí una almohada y me tumbé en el sofá de nuevo. Media hora después volvió, recogió su ropa del suelo y empezó a vestirse. Eran casi las dos de la tarde, no iba a dormir nada, pero llegaría a su cita a la hora prevista.
- Anda y ábreme la puerta, loba!!
Nos despedimos con un beso y se fue. Volví al salón, esta vez me fijé en cómo estaba todo. Mis zapatos en el suelo, un par de condones en la mesa, la cubitera llena de agua, los vasos medio llenos…
Fui al baño, allí estaba mi vestido roto, mi tanga, su slip, otro condón y el suelo lleno de agua. La habitación tenía las dos camas deshechas, una de ellas empapada de agua y la otra húmeda, las almohadas tiradas, un par de vasos en la mesilla y más condones.
- Pufff, como está todo…
Empecé a recordar cómo había transcurrido la noche desde que nos encontramos en la discoteca. Por mi parte iba a ser una noche con un conocido con quien compartir unas copas y unas risas, por su parte, tal y como me comentó un tiempo después, era el momento adecuado para que la presa, que llevaba tiempo esperando, cayera en sus redes.
Una sonrisa iluminó mi cara mientras pasaban las escenas vividas por mi cabeza, me gustó, disfruté cada momento, el sexo fue increíble y divertido.
En fin, todo esto…ya lo recogeré luego!!!